miércoles, 16 de marzo de 2016

ANTITALLER DE LITERATURA

Nos gusta mucho esta propuesta del Centro Guerrero y queremos compartirla. Esperamos que haya algún interesado por ahí:

ANTITALLER DE LITERATURA
(Cómo escribir sin preguntarse cómo hacerlo)
COORDINADO POR ANTONIO POMET
Desde el Centro José Guerrero impulsamos un taller práctico de literatura dirigido a cualquier persona interesada en la escritura y centrado en la puesta en común de ideas en torno al último proceso de creación: la corrección.
La literatura es un acto de genuina libertad. Nace como revulsivo a un desorden, el del mundo, pero el escritor, en su impulso por escribir, no trata de doblegarlo ni de plegarse a él, sino de acompañarlo. La literatura es la herramienta con la que un autor acompasa el desorden propio al desorden que le rodea. Es un acto de apropiación de lo real llevada a cabo para insertar el yo en lo real y hacer que se genere una sinergia entre ambas identidades a través de una tercera: la de los lectores.
La literatura puede entenderse, pues, como un acto de reorganización en el que la estructura se convierta en una necesidad, siempre que entendamos que su diseño formal es parte de lo literario, de la invención, es decir, del propio desorden. Podemos concebir la idea de estructura siempre que no sea parte de un condicionamiento exterior. Y siempre que el referente que lo explique no tenga que ser un dogma basado en la geometría clásica. Es decir, siempre que asumamos que el dibujo de esa estructura puede ser un cuadrado, pero también la fotografía de un cirro de humo. En la estructura es donde se acomoda el desorden, no donde se ordena. Si la literatura es un espejo de un yo y el yo nunca es geométrico, sino amorfo, contradictorio e imperfecto, quizá sería interesante buscar estructuras menos rígidas de las que acostumbramos a buscar.
Con esto, por supuesto, no queremos decir que un texto no deba tener tres partes, ni que esas partes no deban remitir a un planteamiento, un nudo y un desenlace. Lo que decimos es que puede perfectamente no hacerlo.
¿Por qué hacer un taller literario entonces, si nadie puede enseñar cómo es la estructura en la que acomodar nuestro yo?
La idea de que hay una estructura nos llega de Aristóteles, que era alumno de Platón, y Platón no soportaba el desorden ni encontraba demasiado valor en el arte. En los últimos tiempos la complejidad del mundo ha generado tanto desorden que ha desbordado la necesidad por ordenarlo en los apolíneos platónicos. En el mundo de la narración la idea de estructura ha llegado tan lejos que a la falacia de que existen estructuras limitadas para acomodar el pensamiento subjetivo se ha impuesto una falacia mayor: que solo hay una y que es infalible. La Estructura. Y lo peor, que esta no está basada en las tres marcas de tiempo aristotélicas –hasta cierto punto respetables–, sino en los mismos estudios pseudocientíficos que han hecho del cine, salvo por honrosas excepciones, una abominable industria de banalidades donde se cuenta siempre lo mismo ad infinitum.
El fin último de estos estudios no es la excelencia, ni el conocimiento, sino el entretenimiento de un público cada vez más educado en la pasividad. De esa pasividad crítica nació el santo grial, o el monstruo: el hallazgo de una plantilla para elaborar historias más o menos efectivas en términos de ventas. Pensar que existen estructuras limitadas, y aún peor, que existe la Estructura –única e infalible– nos revela que el pensamiento subjetivo era un error: es decir, aquello que fue la matriz, el origen de la especificidad de lo literario no solo era prescindible, sino que era su error más grave. Asumir que hay un determinismo entre los métodos para crear una obra literaria y el aprecio del público a esa obra es una perversión que se ha gestado en los despachos de quienes venden literatura, no de los que la hacen o tratan de preservarla como una herramienta de la cultura y el progreso. Aquellos han visto mucho más fácil –y lucrativo– adaptar las obras a las sencillas exigencias de una clase media no ilustrada que ilustrar a una clase media, pues son muy conscientes de que sus miembros rechazarían una obra de arte concebida como producto en el momento en que empezaran a tener espíritu crítico. Y que así, el negocio se esfumaría.
Asumir que hay una plantilla infalible para escribir es asumir la muerte de la propia literatura.
Centro José Guerrero
Abril de 2016
Martes y jueves, de 18 a 20 horas

Actividad gratuita
INSCRÍBETE YA enviando un email a guerreroblog@gmail.com antes del 31 de marzo.

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